viernes, 15 de agosto de 2014

Capitulo 13.

Tras un cuarto de hora esperando a Paul, su figura musculosa, su cara de preocupación y su irregular respiración, señal de que vino corriendo, entró por la puerta de la habitación de mi hermana.

-¿Qué pasa chicas? -dijo mientras se acercaba a nosotras y se sentaba en la cama jadeante.

-Paul. -dije mientras cogía el cuaderno- Estos círculos, estos círculos son iguales a los que vi en el sueño. Pero para colmo... -señalé el teléfono de mi hermana y ella se lo mostró a Paul.

Dejé un minuto para que Paul analizara la foto. Su cara tornó de preocupación a terror. Sus ojos se abrieron como platos y sus labios fruncidos señalaban que tal y como pensaba, teníamos un problema.

-¡Paul! -chillé repetidas veces en vano- ¡Paul! ¿Qué ocurre?

Después de cinco minutos en los que Paul solo hacía mirar la foto con cara de horror y respirar, alzó la vista hacia mi.

-Es él Amelie, es él, el hijo de los oscuros. -frunció el ceño y se levantó.- Va a vuestra clase, ¿verdad?

Mi hermana y yo asentimos a la vez.

-Perfecto, vamos a ir a vuestro instituto. Iremos a secretaria y buscaremos toda la información que tengan sobre él: dirección, teléfono... -dijo Paul mientras se arremangaba su camisa azul.

Miré a Claire y vi la confusión en sus ojos.

-Iremos los tres, ¿vale Claire? -dije mientras intentaba desaparecer mi cara de preocupación y acariciaba su brazo.

Ella asintió y sin decir una palabra, cogió una rebeca negra que tenía encima de la cama y se la puso. Salimos de casa después de explicarle a mi madre que íbamos al cine. Odiaba mentir a mi madre, ella tan dulce y confiada asentía contenta a todas las mentiras que le contaba. Cogí el coche de mis padres, me senté en el asiento del conductor dispuesta a conducir hasta el instituto. Paul se sentó a mi lado y me miro con cara sarcástica.

-¿Sabes conducir? -alzó la ceja de la manera que sabía ponerme realmente nerviosa.

Mi hermana se sentó en la parte de detrás todavía sin pronunciar una palabra.

-¿Perdona? ¿Tu también eres de los que creen que las mujeres no sabemos conducir? -dije mientras sonreía de lado.

-Oh no no -negó con la cabeza sonriendo- Tan sólo, que se me hace raro verte conducir.

-Claro -suspiré- Es mejor verme romper piedras con un collar mágico -dije irónica.

Paul alzó las cejas, exhausto y con la boca abierta intentando buscar una respuesta. Negó con la cabeza sonriendo y se recostó sobre el asiento. Puse las manos en el volante y pisé el acelerador.

En tan solo cinco minutos estuvimos frente a mi instituto. Durante el viaje, Paul intentó sacar conversación a mi hermana, lo cual fue en vano. De vez en cuando, Paul dejaba caer su mano en mi pierna, yo le miraba y en sólo dos minutos, casi atropello a una anciana y me choco contra una farola.
Bajamos del coche y andamos hacia la puerta.

-Al ser domingo, no estará ni el chico de la limpieza -dijo mi hermana.

Paul y yo nos giramos hacia ella sorprendidos de que por fin haya hablado.

-Tienes razón. -dije- Pero mi pregunta es... ¿Cómo vamos a abrirla? -miré a Paul frunciendo el ceño.

Paul sonrió y se paró en seco frente la oxidada puerta del instituto.

-Toca tu collar y piensa en abrirla -dijo Paul mientras me miraba.

-¿Qué? ¿Que... puedo hacerlo? -dije enarcando las cejas y pensando en la fantasiosa y sorprendente idea.

Después de que él asintiera, toqué delicadamente mi collar y cerré los ojos. Me imaginaba como la pesada puerta se abría de golpe. Apretaba cada vez mas fuerte el pequeño colgante y mi cabeza cada vez estaba más concentrada en abrir la puerta. Un ardor cálido, plácido pero a la vez irritante circulaba por mi cabeza. El pensamiento y deseo de que la puerta se abriera cada vez era mas grande. Un sonido chirriante rompió el silencio y concentración en el que me había fundido. Abrí los ojos asustada y la metálica puerta se encontraba abierta de par en par. Miré a mi hermana y a Paul desconcertada y ligeramente orgullosa. La cara de mi hermana mostraba asombro, como la cara de un niño la noche de Navidad. La cara de Paul mostraba tranquilidad pero a la vez sorpresa de que por fin tenga la confianza como para hacerlo.
Con orgullo, comencé a caminar hacia dentro. Un olor a tiza, cuadernos y sudor inundó mi naríz. De repente tras unos cinco metros, otra puerta, tal vez igual de ancha que la principal se encontraba enfrente mía.
Mi hermana y Paul se colocaron a ambos lados de mí.

-El director la puso hace unos meses -dijo mi hermana- Todavía no entiendo la razón, pero el buzón de quejas está lleno por esta maldita puerta.

Mi hermana era una de las delegadas de clase y representante del alumnado en mi instituto. Siempre se le ha dado bien hablar delante de la gente.

Paul suspiró y yo le miré con actitud cansada.

-Está bien -dije mientras bajaba la vista a mi collar.

-No -dijo Paul mientras tocaba mi brazo. Echó un pie hacia detrás y en tan sólo un segundo, su pie golpeo la puerta, derrumbándola. El sonido del metal cayendo alteró mis oídos. Miré a Paul sorprendida y exhausta.

-¿En serio? -dije mientras mi hermana y Paul caminaban delante mía pasando la puerta.- Me podía haber ahorrado el numerito. -susurré con la vista en el suelo.

-Si lo hubiera hecho, no sabrías que puedes hacer eso -dijo Paul mientras se giraba hacía mi con los brazos cruzados.- Vamos antes de que alguien se de cuenta de que estamos aquí.

Recorrimos los pasillos de mi instituto hasta llegar a secretaría. Una vez allí, nos encontramos con la puerta abierta.

-Siempre está cerrada -dijo mi hermana frunciendo el ceño mientras tocaba el pomo de la puerta.

Entré cuidadosa dentro y todo estaba en orden. La silla colocada perfectamente frente al escritorio, las estanterías llenas de libros antiguos y un armario metálico con cuatro cajones. Lo señalé y me giré hacia Paul y mi hermana.

-Tiene que estar allí.

Me acerqué y abrí uno por uno hasta dar con la carpeta de alumnos de mi clase, la clase de mi hermana, donde está el chico de mis pesadillas, el nuevo amigo de mi hermana, nuestro enemigo. Ojeé la carpeta, alcé la vista y miré a mi hermana.

-¿Como se llama? Buscamos al chico y aún no se como se llama -dije confundida.

-Daniel -dijo Paul rápidamente.

-Daniel... -susurré mientras ojeaba en busca de su nombre. Di un leve golpe a uno de los papeles- Daniel. Aquí está.

Dejé en la mesa los demás informes y me centré en el de Daniel. Comencé a leer en voz alta toda su información.

-Daniel Thones, domicilio... -fruncí el ceño- Tan sólo a dos calles de mi casa. No tiene ningún número de teléfono registrado.

Giré mi vista hacia Paul y mi hermana. Estaban tan confundidos como yo.

-Tal vez debamos ir a la dirección que dice el documento -dijo finalmente Paul cogiendo el papel y leyéndolo como detenimiento.- Hagamos una fotocopia. -Paul me dio de nuevo el papel.

-Yo la haré -dije recogiendo el papel y mostrando una leve sonrisa.

Paul y mi hermana salieron de secretaria y yo me dirigí a la fotocopiadora. La abrí, coloqué el papel en la pantalla y pulsé el botón de fotocopiar. Me di la vuelta para observar dónde se habían dirigido Paul y mi hermana.

-¿Paul? -dije alzando la voz.

El cuerpo de Paul se asomó por la puerta con una sonrisa.

-Estoy aquí señorita -dijo mientras se apoyaba en el marco de la puerta. Su sonrisa cambió a una mueca de confusión, sus ojos pasaron de estar mirándome a mirar más allá de mi. Me di la vuelta buscando aquello que tanto miraba Paul. La fotocopiadora había impreso miles de papeles, con manchas extrañas.

-¿Que...? -dije mientras me agachaba a coger los papeles y los dejaba en la gran mesa de escritorio- ¿Qué narices es esto?

Mi hermana al oír el alboroto entró en la habitación y nos ayudó a recoger los papeles.

-Tal vez... -Paul comenzó a observar los papeles con detenimiento arrugando la nariz y frunciendo el ceño. Los fue colocando cuidadosamente unos al lado de otros.

-Quizás alguien quiera decirnos algo, pero, ¿quién? ¿Quién ha hecho esto? -dije colocando los papeles intentando encajar los dibujos.

Paul y mi hermana se colocaron alrededor de la mesa y me ayudaron a encajar los papeles.
Media hora, todavía no habíamos encontrado solución.
Una hora, poco a poco los dibujos encajaban, teníamos una ligera idea de lo que estos papeles querían enseñarnos.
Una hora y media. Nos secamos las manos sudorosas. Nos alejamos de la mesa para tener una vista general. Estaba claro, se veía claramente lo que los papeles representaban.
Era la cara del chico. La cara de Daniel.

-¿Una hora y media? ¿En serio? Hasta los babuinos en tan solo diez minutos habrían resuelto esto.

Una voz envuelta en un eco un tanto terrorífico procedía del pasillo. Corrí hacia el pasillo y alcé la vista a ambos lados.

-¿Daniel? -chille con la voz entrecortada.

Unos pasos detrás de mi me alertaron, me quedé lo más quieta que pude, no supe reaccionar. Paul se puso a mi lado, inquieto y mirando a todos lados. Una sombra negra, se acercaba a paso tranquilo hacia nosotros. Recordaba esa forma irregular de andar. Era el chico que me tendió una botella de agua en mi sueño.

-¿Daniel? Se que eres tú. -dije nerviosa.

Daniel comenzó a aplaudir.

-Chica lista -dijo. Su voz era aterciopelada, masculina y un tanto grave. Una figura musculosa, vestida de forma casual y con una pulsera negra, aparentemente de cuero se acercó a mi.

Su presencia me inquietaba y me aterrorizaba. Cuando por fin le tuve enfrente mía, aprecié sus oscuros ojos, su pelo perfectamente peinado y su marcada nuez. Su nariz redonda y puntiaguda y sus pómulos perfectamente señalados.

-Se que has sido tú, el ingenioso que nos ha dejado esos dibujos ahí -dije armándome de valor mirándole a los ojos.

-Veo que has pensado, ¿Amelie era verdad? -dijo mientras caminaba alrededor mía.

Mi respiración comenzó a alterarse y mi corazón marcaba un ritmo acelerado. Se colocó detrás de mi y comenzó a andar hacia secretaría. Me di la vuelta y nerviosa me dirigí a la puerta de esta.

-Claire, compañera -dijo Daniel a mi hermana. Un sentimiento de ira me inundó.

-¿Que haces hablando con mi hermana? -dije mostrando una mueca de asco. El se giró y mostró una sonrisa alentadora.

-Es mi amiga -dijo agarrando a mi hermana del brazo. Alzó la mano libre que le quedaba y mis músculos comenzaron a detenerse. Un frio congeló cada parte de mi cuerpo. Intenté moverme pero no lo conseguí. Miré de reojo a Paul y observé como él me miraba intentando mover alguna fibra de su cuerpo. Alcé la vista a Daniel y mi hermana y ya no estaban.


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