miércoles, 2 de julio de 2014

Capitulo 10.


Observo por última vez a el hombre que yo misma he matado y aparto la vista con lagrimas en los ojos. Mi mente solo albergaba la imagen de cómo poco a poco le fui quitando la vida a ese hombre. Como poco a poco este maldito collar ha matado a una persona.

Miro a Paul y el viene hacia mi y me abraza. Siento sus músculos contra mis brazos y su boca en mi pelo.

-Tranquila - susurró Paul mientras me abrazaba.

Me separo y le miro a los ojos. Lo único que veo en sus verdes ojos es pena, pena por mi.

-No quiero esto, no quiero volver a hacerlo. Ni si quiera a una roca.

-Tranquila Amelie, te acabarás acostumbrando, son criminales. -dijo Rick de forma tranquila.

La rabia comenzó a inundarme. Y comencé a tener asco a esta situación.

-¡Cómo puedes decir que me acabaré acostumbrando a matar gente! ¡Son personas Rick, por mucho daño que hayan hecho no merecen morir! - dije chillando y llorando de la rabia.

Paul toca mi brazo de modo tranquilizador pero me aparto bruscamente.

-¡Déjame Paul! No quiero estar aquí, no quiero matar gente, no quiero salvar nada.

Cojo el collar y lo arranco de mi cuello. Se lo tiro a Paul y salgo corriendo de la sala. Me seco las lagrimas y cruzo el castillo hasta la salida. Oigo como Paul chilla mi nombre nervioso, pero prefiero no oír su voz ya que podría hacerme cambiar de opinión.

-¿Donde va señorita? -dijo el elfo que guardaba la puerta.

No le contesto, me limito a mirarle con cara enfadada, frunciendo el ceño y arrugando mis labios y él sin rechistar, abrió la puerta. Al menos, alguien que no me obligaba a nada.

Salgo por la puerta y me desvío por un camino. Notaba como poco a poco iba dejando atrás esa rabia y enfado. Comencé a adentrarme en el bosque. Miraba a mi alrededor, como desaparecía entre la maleza y el olor a hierba y hojas me tranquilizaba. Me encantaba el olor a bosque, a naturaleza. Supongo que no todo el mundo valora la naturaleza, pero si tan siquiera pisaran estos campos una vez, cambiarían de idea.
Mi cabeza seguía dándole vueltas a lo que había pasado hace media hora. Como maté a una persona y como Paul me miraba con pena, nunca le vi mirándome así. Tal vez, no me esté contando la verdad sobre lo que me espera, o tal vez, piense que soy demasiado débil. No quiero que nadie me mire con cara de pena, me haré fuerte.
Me paro y me siento en una piedra enorme. Siento que el único lugar donde soy feliz y estoy agusto es el campo y rodeada de tranquilidad. Me inundo en el silencio, pero de repente, unas pisadas me ponen alerta. Escucho con atención unos cuchicheos a lo lejos.

-''¿Estas seguro de que se fue de la fortaleza?''

-''Callate Louis. Confía en la bruja. Ella sabe lo que hace. Seguro que está por aquí y ahora cállate.''

Asimilo las palabras e intuyo que están hablando de mi. Salgo a hurtadillas del sitio donde estaba y me escondo detrás de un ancho árbol. Observo como un chico y una chica, vestidos de negro se acercan por el camino.

-''Como no la encontremos, el señor nos mata''

-''Prefiero estar muerto Alice.''

Lo que mi vista alcanzaba, la chica era pelirroja, alta y muy atractiva. No podría decir lo mismo del chico. Él era bajito y de pelo oscuro. Su cara era un poema, llena de preocupación y miedo. Observo como la chica le suelta un bofetada al oír su respuesta.

-''No seas idiota.''

Me pongo tensa al ver como pasan delante del árbol dónde estoy escondida. Cierro los ojos y tapo mi boca intentando que mi respiración no levante sospechas. El corazón se aceleraba cada vez más y me temblaban las piernas. Por fin, se alejaron. Me relajé y me senté intentando recobrar la tranquilidad.
Me levanté y comencé a seguirles caminando despacio y delicadamente. Quería ver de donde venían y que querían.
Pasamos el bosque, ellos a varios metros delante mía y yo detrás de ellos, escondiéndome cada vez que hacía algún ruido fuera de lo normal. Salimos del profundo bosque y se dirigieron a un bar situado en la carretera principal de la ciudad. Por su aspecto, era un bar de moteros.
La chica y el chico entraron, y tras diez minutos entro yo poniéndome la capucha que tenía mi sudadera. Entro y el ambiente era repugnante. Camareras con dos telas de ropa servían a clientes borrachos y malolientes. Me siento en la barra, a cuatro sillas de la chica y el chico.

-¿Que quieres preciosa? -me dijo el camarero.

-Una Coca-Cola -le dije con cara de asco ante el halago.

El camarero se retiró y pude girar la cabeza para observarles. Tomaban un cerveza cada uno y no mediaban palabra. Tomé mi Coca-Cola y un hombre se sentó al lado mía.

-Vaya vaya, una chica nueva en el bar. -dijo mirándome con cara de sorprendido.

El hombre llevaba barba y su aliento olía a whisky del malo.

-Si -dije sonriendo falsamente.

El hombre no paraba de mirarme y observar todos mis movimientos. De repente, veo como se acerca a la chica, que se encontraba cabizbaja. Le susurra algo al oído e inmediatamente levanta la cabeza alarmada.

-¿Donde? -chilla ella.

Mi corazón se aceleró y decidí que era hora de marcharme. Dejé el dinero en la barra y salí corriendo del bar. Cierro la puerta y comienzo a andar deprisa hacia el bosque. Me giro y veo como la chica sale del bar justo después y me mira asombrada.

-¡Eh, tú, ven aquí! -comenzó a chillar ella mientras corría hacia mi.

Comencé a correr primero lento y luego rápidamente. Saltaba y esquivaba rocas y ramas. Mi corazón se aceleraba y cada vez me pesaban más las piernas. Una sensación de adrenalina inundó mi cuerpo y me hacía correr más rápido. Llegué hasta el lugar donde, según yo sabía, estaba la fortaleza, pero no la veía por ningún lado. Me giré y vi que la chica corría con aspecto cansado a pocos metros de mi. Entonces pensé que el único lugar por donde se puede entrar es por la puerta, una vez que sales, todo desaparece a tus espaldas. Recordé que la puerta estaba cerca y eché a correr. Miré para atrás y la chica seguía allí, aunque en ese despiste, una roca se interpuso en mi camino y me caí rompiéndome el pantalón y cayéndome de boca. Me toqué la frente y estaba llena de sangre.
Hice caso omiso y seguí corriendo, pero con un leve escozor en la rodilla.
Por fin, llegué al árbol que Paul me enseñó e hice lo mismo que hizo él. Puse mis dedos en la boca y silvé tan fuerte como pude. Un pequeño temblor hizo aparecer la puerta y la atravesé corriendo cerrando la puerta a mi paso. Corrí pasando la hilera de casas de madera y el camino de flores hasta la fortaleza. La puerta estaba abierta. Me acerqué y vi unas flechas en el suelo. Atravesé corriendo la puerta pero un cuerpo en el suelo me asustó.

-Oh no.

Era el elfo que vigilaba la puerta. Su pequeño pecho estaba lleno de sangre y sus ojos abiertos. Puse la mano en sus ojos para cerrarlos y me levanté furiosa. Comencé a correr hacia la sala principal. Abrí y la puerta y una sensación de miedo me inundó.

-¡Paul!

Paul, atado a una silla y con un hombre, vestido de negro y con un pasamontañas  que le amenazaba con un chuchillo. Corrí hacia él pero un hombre igual vestido que el que amenazaba a Paul se interpouso en mi camino.

-¿Que está pasando? -dije con cara furiosa y cerrando los puños.

Cuando el chico iba a contestar un hombre, esta vez sin pasamontañas sale de una puerta agarrando a Madelle con un brazo y con otro sostenía un cuchillo.

-Buenas Amelie, ya era hora de conocernos -dijo con todo amable.

Me acerco a él llena de rabia.

-Suelta a Madelle ahora mismo -dije mirándole a los ojos y con un tono enfadado.

-¿O que? -dije mientras suelta una carcajada.

-O tendré que matarte. -dije desafiante y con voz segura. La voz de una chica que está dispuesta a matarle si es necesario.

Me giro y veo a Paul sufriendo y cada vez, la rabia era mayor. Veo como Madelle, con la boca tapada asiente y noto en sus ojos una chispa de confianza. Miro al hombre con enfado, pero el collar que lleva hace que una gota de sudor baje por mi frente. Él, el hombre que amenaza a Madelle tiene mi collar, el que me da el poder para matarlo, pero sin él, estoy perdida.

2 comentarios:

  1. Valle, es increible. De lo mejorcito por ahora. Vas a ser una gran escritora si te lo propones. Te quiero mucho pequeña.

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    1. Gracias cielo, de verdad, gracias por todo. Por ser la mejor persona que he conocido y la que me lee al segundo de publicar cualquier cosa. Te adoro y te adoraré siempre.

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